Todos tenemos peticiones, peticiones que inquietan nuestro interior, necesidades que dañan nuestro corazón, incertidumbres que nos roban el sueño. Todos aquí tenemos algo que expresarle a Dios, algo que necesitamos que conteste; pero para que esa carta llegue hasta la dirección de los cielos es necesario el sello de la Fe.
La Fe es la certeza de aquello que tanto esperas, es la convicción que tienes en lo que no se ve; la fe es la base de todos los milagros y misterios que no se pueden interpretar con el lenguaje de la lógica mas que con el sobrenatural; refuerza tu fe, porque la fe en Dios opacará la impaciencia, curará tus miedos y espantará todos tus temores.
Por la fe, llegará el día en el que tus anhelos abandonen tu cabeza y se muden a tus manos.
Por la fe, serás sorprendido con aquello que ya no recuerdas que pedías, pero Dios no se olvida de lo que alguna vez le rogaste de rodillas.
Por la fe, llegará el día en el que con lágrimas de agradecimiento estarás parado frente a tu oración contestada.
Deléitate en Dios y él te concederá aquello que tu corazón pide a gritos, pero tu boca mantiene callado; porque aquel que conoce lo que más deseas está dispuesto a otorgártelo, basta tan solo con que se lo pidas.
Basta tan solo que nos acerquemos a nuestro padre que gobierna desde los cielos su creación, para que nos sean concedidas nuestras peticiones. Pero es necesario que creamos y creemos. Es necesario que reprogramemos nuestra mente con los códigos de lo alto, pero también es necesario comenzar a caminar por senderos invisibles guiados con la brújula de la Fe.
Hoy Dios te dice que va a hacer algo totalmente nuevo, abrirá caminos en el desierto y ríos en la sequedad; te acompañará por las aguas, los fuegos, las montañas, los desiertos y los abismos; como ya lo ha hecho. ¿No te das cuenta? La bondad de Dios ya ha comenzado, solo tenemos que enfocarnos. Enfocarnos en aquel quien es el autor del cosmos, artista de las estrellas, escultor de los montes, director de los vientos y compositor de los mares. Que te sostiene en la palma de su mano como al tesoro más preciado.
La voz muda de Dios no significa que te haya olvidado, el sonido del silencio es la señal de que está trabajando en tu milagro, obrando fuera de tu campo de visión. Sécate las lágrimas y desempolva tus rodillas; prepárate porque tu milagro ya está en camino. Ten la confianza de que él oye lo que le pides y si sabes que él te escucha ten la certeza, la convicción y la confianza de que tendrás aquello que con fe le pides a Dios.