Una carta de amor escrita en un madero


Con amor, una trágica tarde en Jerusalén, se escribió una carta. Con el alma entristecida hasta la muerte, se redactó un escrito para todos aquellos sobre los cuales sale el sol. Escrita con pies descalzos que caminaban entre piedras y tropiezos; cargando consigo su propia condena sobre  su espalda maltratada y tatuada por cada latigazo. Como una rosa, pisoteada en el suelo, despedazada pétalo por pétalo. 


Una carta fue escrita sobre un monte con nombre de calavera. Compuesta en soledad entre el gentío, para una audiencia indiferente y confundida. Una carta que en principio parecía ser una sentencia de pesar, pero que en realidad era un mensaje de esperanza. Ese día a la hora sexta fue castigado un eterno enamorado cuyo único crimen, fue haber amado a lo roto, lo menospreciado y sin valor. 


Con agujeros en tus manos decidiste escribir una obra cargada de amor sufrido, benigno y verdadero, para una amada indiferente y distante. Caminaste cual cordero al matadero, resultando en tus pies perforados por clavos revestidos de óxido. Con la piel de tu frente desgarrada por los espinos que te coronaron como rey. Un eterno enamorado humillado en público por declararle su amor a su amada. Con el corazón fragmentado en pedazos, redactaste una carta con latidos fuertes entre sangre espesa y agua.


Pudiendo haber retirado en cualquier momento la pluma con la que escribías, decidiste seguir expresando tu incomprensible y entregado amor. Decidiste permanecer manso cual cordero, dejando que te trasquilaran e hirieran, soportando enmudecido hasta la muerte. Pues quien tiene la valentía de componer tal obra, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta.


Aquella tarde sobre el Gólgota, a la hora novena, aconteció que el hijo de Dios se entregó para ser maltratado, latigado y escupido, humillado y crucificado. Fue una carta de amor escrita en un madero… Para ti, para mí.