Imagina qué es lo que quieres que diga tu epitafio. Esa es la frase con la que comienzan muchas de las reflexiones sobre cómo vivir una vida que valga la pena vivir. Cuando reflexionamos qué es lo que queremos que vaya en esas líneas al ya no estar presentes, comenzamos a ver hacia el futuro, a plantearnos los proyectos que llevaremos a cabo, el impacto que queremos lograr o la huella que queremos dejar marcada en esta tierra.
Ahora imagina que sales con todo ese ánimo y energías, con las ganas de comerte al mundo y lograr todo aquello que te visualizas alcanzando. Te montas en tu carro pensando cómo arrancar con esos proyectos y esas ideas. Mientras conduces llegas a una intersección concurrida, suena tu celular con una llamada entrante, volteas un segundo y al regresar la vista a la carretera… Un segundo toma voltear, un segundo toma ya no estar. Un camión te interceptó y tu carro quedó destrozado, más importante, tú ya no estas.
Con esta escena imaginaria acabo de comenzar un curso de la universidad y con esta demasiados pensamientos vienen a mi cabeza. Y es que muchas veces nos planteamos el primer escenario, queremos lograr muchas cosas en el largo plazo, diseñamos un proyecto de vida ambicioso, con proyectos e iniciativas; pero damos por asegurados ese largo plazo. Vivimos más en el futuro que en el presente, más en lo potencial que en lo real.
Es el eterno juego entre lo macro y lo micro – quiero impactar mi país, pero mi familia y amigos también deberían ser alguien a quienes impactar –, entre lo futuro y lo presente – quiero lograr mis metas y propósito, pero también quiero estar presente hoy –. Este es el juego al que jugamos día con día y no nos damos cuenta.
Todos quieren un epitafio impecable y envidiable. “El gran emprendedor”, “El buen padre y esposo”, “El amigo incondicional”. Pero, en nuestro afán de lograr lo macro y lo futuro, descuidamos lo micro y lo presente. “El gran emprendedor” (que nunca disfrutó de lo que estaba creando), “El buen padre y esposo” (que nunca dio un beso de buenas noches), “El amigo incondicional” (que nunca tenía tiempo para ver a los demás). Olvidamos que lo macro, esa visión que tenemos de cómo queremos ser recordados cuando ya no estemos, está compuesta de lo micro, de lo que hacemos día con día, de cómo en realidad somos vistos por nuestros cercanos (si es que nos pueden ver).
Con esto no pretendo decirte cómo vivir tu vida, o si vives de acuerdo a lo macro o a lo micro; no tengo esa respuesta y no pretendo tenerla. Con esto solo dejo una reflexión, para que auto inspeccionemos cómo hemos estado viviendo nuestra vida y si con esto, estaríamos satisfechos en ambas situaciones; el epitafio o el choque.
Para los ambiciosos, los visionarios, los soñadores; con ansias de volar, recuerda: aterriza de vez en cuando. No te quedes ni te guardes ningún “te quiero”, ningún abrazo, ninguna idea, ninguna oportunidad, ningún momento por vivir. El largo plazo no está garantizado, construyamos sobre el presente.