Impostor Syndrome


En una ocasión, al inicio de mi carrera, tuve la oportunidad de asistir a un evento donde se concentraba toda la actividad emprendedora y de innovación de la región. Recuerdo que luego de haber ingresado al evento – en donde me dieron mi gafete el cual recordaba mi título de estudiante – y buscar una mesa en la cafetería para esperar al inicio del evento; comencé a ver a mi alrededor a los demás asistentes. Emprendedores, grandes corporativos, líderes en tecnología e innovación. Y mientras observaba recuerdo haber volteado hacía mí y decir “¿Qué hago acá?”.


“¿Qué estoy haciendo aquí?”. Esa expresión que muchas veces se muda y establece en nuestra mente, como si nos encontráramos en el lugar incorrecto o más bien como si fuéramos la persona incorrecta.


El “Síndrome del impostor” es un concepto que suele utilizarse para definir cuando una persona se siente incompetente o inmerecedora de su trabajo o hasta de sus logros. Es como una sensación de ser un fraude o de estar fingiendo la habilidad frente a otros. Y con esta surgen otros síntomas como el perfeccionismo o la resistencia.


Recuerdo que al entrar me topé con un catedrático que estaba ahí para hacer de juez frente a los emprendedores y de paso buscar oportunidades de nuevos negocios. Me preguntó si yo estaba ahí también para pitchear alguna idea o emprendimiento. Le dije que solo estaba ahí de invitado. Y continué diciéndome a mí mismo “¿Qué haces aquí? en medio de tantos emprendedores y líderes de negocios, tú apenas siendo un estudiante”. 


Es ese momento donde no solo te sientes inmerecedor de la oportunidad que tienes enfrente, sino que también menosprecias tu capacidad o habilidad, incluso cambias la narrativa de tu historia a una de lástima o pequeñez. Y comienzas a sufrir de perfeccionismo, de querer tener tu proyecto y tu obra más grande 100% lista y sin errores para poderla presentar al mundo, tú. Eso se llama resistencia.


La resistencia es el miedo, el perfeccionismo o la creencia de que no estás listo para aceptar las oportunidades que se te presentan; que serás un impostor en medio de ellas y que es mejor procrastinar el aceptarlas hasta tener una mejor preparación. Así me sentía yo en ese momento. Era apenas un estudiante de 1er año en medio de un entorno que empujaba el emprendimiento y la innovación a nivel regional. Y ahí estaba yo, sin logros, sin grandes hazañas dignas de admiración, con un gafete que denotaba un título aparentemente “vergonzoso” e “inútil”: Estudiante.


No debía estar ahí, sin embargo ahí me encontraba. Y recuerdo en ese momento, aun observando a mi alrededor, decirme “bueno, tal vez aun no sea un emprendedor, pero hoy seré un aprendedor”. Esa es la magia de la narrativa. Es la ciencia detrás de los que llegan lejos y los que se resisten a avanzar por no sentirse listos. Comenzar a ver que la aventura es un proceso evolutivo. 


No se trata de estar listo, se trata de prepararse – y ojo, no para estar perfectamente preparado para poder comenzar –. Usamos el término “listo” como un estado absoluto para un proceso altamente cambiante e iterativo. Dejas de verte como un impostor ante las oportunidades que se te presentan cuando reconoces que estás en un proceso de constante aprendizaje y evolución; y que aún dentro de esas oportunidades seguirás construyéndote.


El síndrome del impostor se cura cuando te deshaces de la actitud perfeccionista que te impide dar el primer paso. 


“Necesito saber todo antes de empezar”

“Pedir ayuda me hace menos que mis peers

“Aún no está terminado”

“No tengo el set de habilidades completo para comenzar”


Son frases que no pueden ser parte de nuestro lenguaje. La resistencia produce perfeccionismo, el perfeccionismo conduce a sentirse un fraude y esto lleva a que nunca te expongas a ninguna oportunidad. 


Cuando cambias la narrativa con la que cuentas tu historia, con la que ves y analizas tu proceso, con la que caminas tu aventura; comienzas a construir tu propia evolución. Cuando cambié mi título a “Aprendedor” durante el evento, recuerdo que comencé a presentarme de manera diferente frente a los demás. Ya no era “Hola, soy estudiante y no tengo nada aún” a “Hola, soy estudiante y estoy aquí para aprender. ¿Qué consejos me das? ¿Cuál ha sido tu experiencia? ¿Cuéntame más de lo que haces?”. Esa narrativa es la que hace que los demás vean en ti una chispa y quieran contribuir a encenderla. Pero para ello debes exponerte.


No hay mayor miedo para un artista que un lienzo en blanco, no hay mayor miedo para un músico que el silencio y no hay mayor miedo para un emprendedor que el tener las manos vacías. Pero el lienzo se convierte en obra con una primera pincelada, el silencio en canción con la primera nota y el vacío en oportunidad con primeros descubrimientos. Se trata de construirte como emprendedor con pequeños pero constantes aprendizajes y descubrimientos – el emprendimiento es descubrir –.


Comienza a exponerte, no tiene que ser a la grandeza; deja a un lado tu orgullo y exponte a oportunidades que aunque pequeñas o insignificantes de dejen grandes aprendizajes, grandes mentores, grandes lecciones producto del fracaso. Se trata de dar el primer paso y just show up. Cuando te expones vences la resistencia, derribas el perfeccionismo y dejas de sentirte como un impostor en medio de lo que haces; porque lo que haces no es un resultado absoluto o completo, sino una obra en construcción, iteración y constante aprendizaje.


Para los que sueñan con volar pero a veces 

se atan sus propias alas. Como yo…